viernes, 6 de enero de 2012

Llévame dónde estés...Llévame...


De repente un abismo, no hay nada, tan sólo el recuerdo de lo que creí que tuve y no tengo, de mis intentos acertados por seguir caminando en un vacío ante todos inexistente pero existe la esperanza...
La esperanza, éso que nos hace seguir caminando, lo que hace que no bajemos los brazos incluso en los peores momentos de la vida de uno mismo, las fuerzas para tirar para adelante, si bien es cierto es que muchas veces son fuerzas de flaqueza, pero fuerzas al fin y al cabo...
Unas veces ganamos y otras muchas perdemos y nos acostumbramos tanto a la pérdida que conseguimos que no nos duela... Quizá un pequeño quejido entre algún diminuto lamento, quizá nos aferramos a esa esperanza para no creer que podemos caer más abajo,pero caemos, cerca, muy cerca del subsuelo , autoengañándonos y anestesiándonos para no ver cuán inútiles han sido nuestros esfuerzos por salir a la superficie a respirar algo de ese oxígeno que nos prometimos a nosotros mismos, para seguir aguantando...
Y así cotinúa la vida, que no para, aunque estés jodido y hecho mierda, éso que los artistas llaman "Show must go on" Visto la mejor de mis sonrisas, y me pongo mi mejor vestido para salir a escena...Al fin y al cabo la única que siente este dolor soy yo, nadie más puede percibirlo, así que: Go on, Grey!! Go on!!
¿Qué sentido tiene aguantar dos de cal y una de arena? Porque él siempre va a ser como una utopía de Galeano, que "...está en el horizonte... Caminás dos pasos y se aleja dos pasos...Y el horizonte se corre diez pasos más allá..."





Hace un año y poco que comencé con este blog, a modo de catarsis, para canalizar las cosas que me pasan por la cabeza (aunque a veces no pueda hacerlo) y quiero agradecer a esos locos lectores que me siguen y que comentan, que me dan ánimos y a veces una visión crítica de mis locuras...a todos ellos MIL GRACIAS POR BANCAR MIS BOLUDECES!!


Informó que sufría taquicardia cada vez que lo veía, aunque fuera de lejos. 
Declaró que se le secaban las glándulas salivales cuando él la miraba, aunque fuera de refilón. 
Admitió una hipersecreción de las glándulas sudoríparas cada vez que él le hablaba, aunque fuera para contestarle el saludo. 
Reconoció que padecía graves desequilibrios en la presión sanguínea cuando él la rozaba, aunque fuera por error. Confesó que por él padecía mareos, que se le nublaba la visión, que se le aflojaban las rodillas. Que en los días no podía parar de decir bobadas y en las noches no conseguía dormir. 
–Fue hace mucho tiempo, doctor –dijo–. Yo nunca más sentí nada de eso. 
El médico arqueó las cejas: 
–¿Nunca más sintió nada de eso? 
Y diagnosticó: 
—Su caso es grave...

(Ojalá algún día de estos logres teletransportarme...
Pero de verdad...)